sábado, 26 de marzo de 2011

El Hombre por dentro, por Heleno Saña


"El creciente alejamiento entre las personas permite preguntarse si hoy existe realmente una relación interpersonal digna de tal nombre. Subsiste, pero cada vez más residual y deformada, y ello ya por el sólo hecho de que por lo común tratamos y conocemos más a los demás no directamente y sin intermediarios, sino a través de la identidad funcional que el código de valores vigente impone a cada respectivo sujeto. Es un encuentro entre seres fundamentalmente alienados y cosificados que han perdido su propia ipseidad. De ahí la falta de auténtica comunicación entre los distintos sujetos. El individuo no puede tener en cuenta al otro porque ha perdido su propia identidad y asumido a pesar suyo la identidad artificial o superpuesta que el Sistema le ha inculcado. El verdadero otro no es el tú reivindicado por Feuerbach, Martin Buber o Lévinas, sino las condiciones objetivas imperantes en la sociedad tardocapitalista. ¿Qué relación intersubjetiva puede existir entre individuos condicionados a priori por su estatus social y la función que ejercen en la sociedad? [...].

Pero el hombre no sólo se oculta, sino que también se exhibe, una actitud dictada no sólo pero en primer término por el afán de impresionar a los demás y demostrar su superioridad sobre ellos. Es con este fin que exterioriza sus bienes de fortuna, su estatus social privilegiado, sus éxitos profesionales, sus trofeos eróticos, sus títulos académicos o su poder. La fuente de este exhibicionismo es la vanidad en el sentido más infantil de la palabra, detrás de la cual late a menudo algún complejo de inconfesado de inferioridad. Veblen notaba con razón que lo que él llamaba conspicuous consumption de las clases ociosas obedece menos a una necesidad intrínseca que al deseo de distinguirse de los demás".

"Lo que por automatismo mental solemos llamar sociedad está compuesto en gran medida por convenciones, esto es, de artificios y simulación, como sabía ya Gracián. [...].

Estas notas sobre la relación entre el yo y los otros quedarían muy incompletas si no dijésemos algo sobre las personas que más que vivir para sí mismas viven para los demás. Tanto la vida cotidiana como la historia nos ofrecen numerosos ejemplos de este tipo de conducta basada en el amor, la generosidad, el espíritu de solidaridad o el sentimiento de piedad. Olvidarse de uno mismo y estar pendiente de las cuitas de los otros es la actitud que corresponde a los santos, los mártires, los héroes y los bienhechores de la humanidad tanto conocidos como anónimos.

En el plano filosófico, uno de los últimos exponentes de este modo de ser y de obrar es Emmanuel Lévinas. Pero el apologeta del autrui no hace más que repetir lo que encontramos ya en fuentes antiquísimas, empezando por las Sagradas Escrituras y antes, por la filosofía griega clásica, para no citar sino los testimonios centrales del pensamiento occidental. Mas sería incurrir en intelectualismos reduccionistas si  creyésemos que la capacidad de vivir y sacrificarse por los demás depende de enseñanzas teóricas, sean de orden filosófico o religioso. En realidad se trata de un rasgo intrínseco de la naturaleza humana, lo que explica que a menudo sean las personas más sencillas y menos ilustradas las más inclinadas a tender la mano al prójimo".

Tratado del Hombre (cap. V, El hombre por dentro)
Heleno Saña

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